La Percepción no Dual es un estado de la mente que disuelve las fragmentaciones internas y permite comprender que el yo es un contenido del pensamiento y no quien lo produce, lo cual conlleva a la consciencia a las puertas del silencio y sus posibles experiencias de estadios y estados superiores de evolución. Cuando todo contenido referido a un yo personal se vuelve objeto de investigación, no puede haber un yo personal investigando pues éste se ha vuelto por completo objeto de indagación y reflexión. Tal proceso es llevado adelante a partir de un estado de consciencia donde la ilusión del yo se desvanece; ese estado no es otra cosa que la consciencia actuando sin distorsión: una Conciencia Pura de aperturidad vacía e inteligencia infinita y silenciosa que conecta con la mente universal, como afirmaba Krishnamurti.  

  
 

EL YO, EL TIEMPO PSICOLÓGICO Y EL PENSAMIENTO DUALISTA:  
LAS ILUSIONES DEL SER 
 

   La percepción no dual es un proceso de discernimiento que permite lograr claridad de observación y eliminar una serie de conflictos y fragmentaciones producidos en el SER  por el mecanismo del pensar condicionado, el yo y el tiempo psicológico. 

        

       Lo que parece tener cierta claridad en el pensamiento muchas veces no produce claridad en la percepción. Una de las ilusiones más problemáticas en las que vivimos es creer que hay muchas cosas fuera de la experiencia presente, y antes que nada, la ilusión más poderosa y difícil de comprender es aquella que nos hace vivir bajo el espejismo de creer ser una entidad, a la que llamamos yo. Es a esa entidad a la que se le atribuye pensar el pensamiento, de modo que este yo se siente como separado y no influenciado por el pensar. ¿Alguna vez nos hemos preguntado con seriedad qué es este yo que creemos ser? Creemos que el yo es una entidad que piensa pensamientos. ¿Y si el yo es un contenido de pensamiento y no el creador de ellos? 

 

      Cuando uno cree que hay algo que está fuera de la experiencia presente, la consciencia vivencia ilusoriamente separaciones, dualidades y divisiones. Pareciera entonces que el yo tiene experiencias pero que está de algún modo fuera de ellas, pudiendo observarlas con claridad. 

 

       El primer paso entonces es comenzar a comprender que el yo es pensamiento y en lugar de creer que el yo tiene experiencias, se trata de percibir al yo como un contenido del pensamiento, el pensamiento como contenido de las experiencias y las experiencias dándose en la profundidad del silencio del Ser. 

 

       El pensamiento crea todo tipo de divisiones. Veamos, por ejemplo, las divisiones que el pensamiento crea con la idea del tiempo, es decir, la división en pasado, presente y futuro. La cuestión del pasado, de lo que ha sido, de lo que es recuerdo, se presenta como eso que está “detrás”, alejándose, sin pertenecer a la experiencia presente. Esta sensación es de algún modo una deformación del mismo tipo que la de sentirse un yo independiente de los pensamientos que cree tener objetividad para comprender la experiencia presente.   

 

       Entonces, esta confusión basada en la creencia de una entidad que es el yo como independiente del pensamiento, produce una ilusión en la experiencia presente, que genera fragmentación, división y conflicto. Aquí, la comprensión que nos lleva a la claridad es lograr ver que el pasado sólo existe como recuerdo y todo recuerdo es una actividad de la consciencia como experiencia presente. 

 
 

       Lo mismo ocurre con el futuro. Todo aquello que acontecerá parece estar allí adelante, esperando su momento para volverse presente. Lo que va a suceder, el futuro, es siempre una expectativa, la expectativa de los sucesos que han de llegar. Nuevamente, la claridad se presenta al comprender que la expectativa es una experiencia presente. 

       El pasado sólo existe como recuerdo y el recuerdo es una actividad del presente. De modo similar, el futuro solo existe como expectativa y la expectativa es una actividad del presente, es decir, lo que alguna vez sucederá, el futuro, es un conjunto de expectativas del porvenir, que sólo es posible como actividad de la consciencia en el presente. 

       Cuando la consciencia se representa al tiempo con el pasado detrás, fuera de la consciencia, y el futuro allá, adelante, nos quedamos con un magro presente, un sendero angosto de consciencia reducida, pobre y fragmentada. 

      En cambio, si comprendemos que el pasado y el futuro son recuerdos y expectativas sucediendo en el presente, entonces el tiempo deja de producir conflicto o dualidad y la experiencia ya no tiene un yo dividido en tres tiempos (presente, pasado y futuro o el Trialismo temporal) y sólo existe un nuevo estado, un presente expandido al infinito, o de algún modo, un estado fuera del tiempo. Saltamos, más que a la eternidad, a un estado de intemporalidad. Recuperamos así la frescura y la creatividad de cada instante. 

 
 

       El yo que creemos ser es un conjunto de recuerdos que constituyen un conglomerado de pensamientos en primera persona. Ese conjunto de recuerdos pasados genera expectativas futuras de lo que “me” sucederá. Si prestamos atención y observamos que el pasado es un recuerdo presente y el futuro es una expectativa también presente, el yo deja de estar separado de la experiencia presente y se disuelve también en el estado de intemporalidad. Esto se transforma en una nueva ruta de acceso a la percepción no dual. El concepto de yo se engloba en un conjunto de recuerdos; los recuerdos son actividades presentes de la consciencia; el yo entonces no es el “dueño” de la experiencia, sino un recuerdo dentro de la experiencia presente. El yo es el segmento de la experiencia presente que es recuerdo. Así, comenzamos a comprender una diferencia: la fragmentación está del lado del yo, la no dualidad del lado del Ser. 

        

          Si crees erróneamente que el yo está fuera del pensamiento y de algún modo fuera de la experiencia, sugerimos que comiences con la comprensión de que el yo es un conjunto de recuerdos y el recuerdo es experiencia presente de la conciencia; poco a poco se despertará la inteligencia que descubre la no dualidad del Ser. 

 
 

       Si con el discernimiento y la claridad vemos que todo recuerdo es experiencia presente, la base de un yo fuera del presente se disuelve. El recuerdo es el vehículo mediante el cual el pasado existe, y no existe sino como actividad del presente. El observador no está fuera de este momento. Lo mismo ocurre en muchos otros aspectos de la existencia: sólo se escuchan los sonidos presentes. No podemos escuchar en el pasado; del mismo modo sólo pensamos en el presente. No hay pensamientos en el pasado.  

 
 

           Buscar el yo es una actividad paradójica pues no voy a encontrarlo porque no tiene existencia real. Si estamos creyendo que hay elementos fuera de la experiencia presente (yo, pasado, futuro) entramos en un círculo sin solución pues vamos a pretender erradicar una ilusión, como si quisiéramos borrar un espejismo.  

        

           Lo que debemos hacer es comprender que no existe un yo separado del pensamiento ni de la experiencia presente. Del mismo modo que nos hemos acostumbrado a percibir el pasado por fuera de la experiencia presente del recuerdo, así también creemos que el yo está detrás de la experiencia observándola objetivamente. Lo que debemos comprender es que el observador que quiere cambiar un sentir herido es parte de la herida. 

 
 

       Querer cambiar la herida ocurre como una reacción que se incluye en el mismo estado de la herida. La búsqueda del estado opuesto a toda perturbación ES la perturbación actuando. Si podemos desactivar, como afirmaba Krishnamurti, la comparación entre lo que es y lo que debería ser ya no habrá opuestos. Esto implica también ver, desde una perspectiva más amplia, que lo-que-es más lo-que-debería-ser es el contenido total de LO-QUE-ES. En el estado actual, 1) el observador es el pensador (yo), el sujeto que se cree objetivo y separado de lo que ocurre y 2) lo observado es este determinado sentimiento ("estoy mal") que estoy vivenciando. De este modo el observador y lo que observa parecen dos cosas separadas. Tal sentimiento es perturbador y entonces el pensamiento, actuando ilusoriamente como un pensador objetivo, lo quiere cambiar. 

 

      En realidad, tenemos que lograr ver que el pensador es un pensamiento y que el pensamiento y el sentimiento se retro-alimentan, porque en definitiva no son dos, sino que conforman un único movimiento de consciencia. El querer cambiar el sentimiento perturbador ES el sentimiento perturbador funcionando. Creerse separado del sentimiento es en realidad, el contenido del sentimiento presente, ES el sentir mismo.  

 

      Cuando el observador y lo que observa se perciben como el mismo proceso, entonces el conflicto desaparece. La claridad sucede cuando se comprende que no hay separación entre el sentimiento y el pensamiento, es decir que el sentimiento tiñe al pensamiento, y el pensamiento influye en el sentir al nombrarlo y fijarlo.   

 

        Buscar el opuesto de un sentimiento mantiene el conflicto y lo alimenta. Al no buscar el opuesto sólo se es el sentimiento presente, conteniendo como parte de sí mismo la búsqueda de su opuesto. Entonces todo ese estado es lo que es, como totalidad de lo que ocurre, por lo que se puede ser libre para observar la totalidad del contenido de la consciencia que incluye la búsqueda de un estado distinto. No olvidemos que la búsqueda del estado opuesto alimenta el estado presente. 

 

       Al contemplar la totalidad del estado actual, la búsqueda de cambio se comprende como contenido del estado actual y así, el opuesto no puede ser encontrado, pues dicha búsqueda de opuesto no es más que el estado presente. Cuando se desactiva la búsqueda de un estado opuesto, por ejemplo, la tristeza buscando alegría, el estado actual de tristeza ya no puede nombrarse como tal pues, al no activarse la búsqueda del opuesto, el estado actual no tiene un opuesto para delimitarse y definirse, por lo que florece creativamente, no encuentra nueva energía que lo alimente, y entonces, puede considerarse un estado sin nombre, lo cual lo transforma en un estado de pura observación, de alivio característico, pues ya no está en conflicto con algún estado a alcanzar.  

 

       Tratar de cambiar la herida es una parte de la permanencia en la herida. Modificar la herida es mantenerla actuando. La claridad surge al observar al yo como la creencia observadora que observa sin ser observada, que quiere cambiar el estado actual. Dicha observación desactiva el conflicto. Esto puede llamarse el desmantelamiento del hacedor de imágenes y es la acción instantánea de la atención, del discernimiento, de la percepción pura. Y en esa atención, si es que uno ha llegado hasta allí, ya no hay yo. Lo que queda es el Ser que comienza a manifestarse en la claridad de la percepción no-dual. 

 
 

EL YO COMO CONTENIDO DE PENSAMIENTO 

 
 

    Investiguemos, como modo de introducirnos a esta temática, la estructura del siguiente pensamiento que subyace a la mayoría de nuestras reflexiones ingenuas: veremos que, en la siguiente frase, hay un supuesto tácito: 

 

“yo me siento mal” 

 

        La enunciación completa de ese pensamiento es: 

 

“Yo estoy pensando que yo me siento mal.” 

 

       Veamos paso a paso las diversas significaciones: 

 

    La primera palabra, -Yo-, refiere en general a la noción autorreferente de un sujeto con pretensión de existencia objetiva, que se otorga a sí mismo entidad, esto es, pretende tener una ontología propia y verdadera. 
 

    A su vez, esta entidad (yo) se considera con la capacidad de discernimiento y análisis [-yoestoy pensando-] acerca de un supuesto segundo ser, que sería necesariamente distinto del primer “yo”: 

 

-yo (1)- estoy pensando- que –yo (2)- me siento mal 
 

         En este caso, el segundo yo, funciona como “objeto yo” del “sujeto yo”. 
 

     En el pensar discursivo psicológico y cotidiano se repite esta fórmula muy a menudo, mediante la cual creamos la ilusión de la existencia de un yo que puede pensar sobre sí mismo, bajo la creencia dualista de que lo que el yo-sujeto piensa de sí mismo es distinto del propio yo-objeto como contenido del pensar. 

 
 

          Sin embargo, en la mayoría de los enunciados que constituyen los pensamientos, el yo que “siente que está pensando” no se presenta como dos, esto es, en sus acepciones de sujeto y objeto, sino más bien en una suerte de confusión unificada: la claridad primera de la conciencia, esto es, percibir sin identificarse con el proceso dualista de este doble yo, se pierde, al presentarse la dualidad como un único proceso, no fragmentario, diciendo simplemente: “yo me siento mal”, cuando el enunciado correctamente presentado es: “Yo (yo sujeto -1-) estoy pensando que yo (yo-objeto -2-) me siento mal”. Este modo dualista de pensar tiene interés en los niveles egoicos de evolución, pero aquí estamos intentando captar las bases del proceso de Percepción Pura que disuelve la dualidad y sus consecuentes conflictos. 

 
   

EL YO, LOS ESPEJOS Y EL SÍNDROME DEL FALSO TERO
 

    En las líneas anteriores hemos presentado los mecanismos básicos de construcción de la dualidad psíquica. Continuemos con nuestro intento de clarificar el proceder del pensamiento autorreferente en primera persona en pos de permitir finalmente un acceso de la conciencia a la Percepción pura (el testigo transpersonal, la lucidez en vigilia, el estado causal). En la frase “yo me siento mal”, no aparece explícitamente el antecedente “yo-estoy-pensando-que” [yo me siento mal] por lo cual hay un primer yo oculto al que es pertinente llamarlo sujeto tácito; dada la presencia de un segundo yo-objeto, al no aclararse la existencia del primero, éste pasa desapercibido en su actividad de pensar y la dualidad yo-sujeto- yo-objeto queda aparentemente unificada en un único yo de doble función sujeto-objeto. 
 

     Así pues, “yo pienso que yo” es un enunciado autorreferencial, que pretende implicar un meta-discurso en el que una (supuesta) identidad-sujeto pensante, el primer yo, queda separada del segundo yo –objeto- como identidad pensada; en la frase entrecomillada hay una condensación que lleva a menudo a un error lógico, un tipo de falso desdoblamiento o una meta-diferencia ilusoria entre el primer yo y el segundo yo, en el que el primer yo se auto-valida creyéndose separado del segundo, cuando toda la cuestión no es más que un juego de auto-engaño: tal tipo de juego puede denominarse pensamientos a modo de imágenes reflejadas en espejos enfrentados, o procesos análogos a la acción de ver en una pantalla lo que una cámara registra al enfocar una pantalla. 

 

          La descripción precedente del proceso lleva a percibir la sustanciación, la consolidación de una entidad psicológica a través del pensamiento que insiste en contenidos “yo”, en donde en realidad no hay más que un río de pensamientos que reflejan entre sí sus propios contenidos, auto-replicándose. De algún modo, podemos establecer tres enunciados: 

 

1) el proceso de pensar es el conjunto de los espejos, 

 2) los contenidos “yo” de pensamiento son las imágenes en los espejos; 

 

    1) y 2) generan la construcción de la ilusión de una entidad fuera del pensar tal como si una imagen dentro del espejo pudiera creer en su propia existencia tridimensional fuera de él. 

 

        En la dualidad, el ocultamiento del primer yo convertido ahora en sujeto tácito, induce a un simulacro de unidad en el lenguaje de consecuencias confusas para la percepción, ya que la ilusión de no-dualidad se convalida al mismo tiempo que se oculta lo que de otro modo sería la evidencia de dualidad sujeto-yo y objeto-yo que podría comenzar el proceso de comprensión y discernimiento: la resultante es la fragmentación perceptual de la conciencia. 
 

     Es pertinente insistir en la importancia de comprender el primer “pensamiento yo-sujeto” que se oculta y no deja ver la dualidad manifiesta al contener en sí mismo el doble funcionamiento de sujeto-objeto. El sujeto tácito crea la ilusión de identidad; sin existir más que como imagen reclama y pretende ser parte de una ontología verdadera y aparece a la conciencia como inapelable. Sin embargo no hay un sujeto fuera del contenido del pensar, sino contenidos de pensar “yo” como espejos del lenguaje reflejados entre sí, que construyen la imagen yo y le dan en ese mismo acto y en su constante repetición, la sensación de existencia por fuera de los espejos. 
 

         Del mismo modo, un enunciado del tipo "me siento mal", oculta las dos caras de la moneda: no aparece el término yo, ya sea en su funcionamiento de sujeto o de objeto, sólo permanece la descripción del estado dualista. La resultante suele ser la misma: una dualidad implícita que tiene más camino por recorrer para obtener claridad que en las ejemplificaciones anteriores. Necesitamos exponer ambos lados del dualismo, yo-subjeto y yo-objeto para luego ser conscientes de las complejidades involucradas y enfocarse en la resolución del dualismo. 
 

         Mediante aquelloque predica, el sujeto–yo se enarbola como ónticamente verdadero y es en ese predicado donde construye al yo-objeto, en una suerte de movimiento infinito de reificación. Tal espejismo crea símbolos yoicos, como afirma Douglas Hofstadter en su libro “Yo soy un extraño bucle” que se auto-replican incesantemente creando una ilusión de realidad ontológica y la división perpetua en la conciencia.  Esta última pierde entonces toda capacidad de percepción pura-no dual de sí misma. 

           Puede afirmarse que, para simular existencia, el yo es siempre una auto-referencia dual yo sujeto-yo objeto. Al desdoblarse en el yo que piensa y en el yo que es pensado, se crea una imagen de un yo que puede ser objetivo consigo mismo, cuando en realidad el yo nunca puede ser objetivo porque a priori, no es ninguno. Solo símbolos auto-replicándose. 

 

        A modo de síntesis, para inferir su existencia el sujeto tiene que pretender ser dos: 1) el que piensa y 2) el pensado y así provocar la sensación de ser una entidad con capacidad objetiva de auto-observación. Esta es la ilusión de la existencia en la dualidad. El proceso se instala a partir de esta base y se genera la posterior lucha contra la dualidad, llevada a cabo por la dualidad misma producida por este funcionamiento confuso del pensar. El contenido del pensamiento (visualizado en la metáfora de las imágenes en el espejo) se vuelve todo lo que aparentemente existe; el pensamiento como proceso creador de contenidos (visalizado en la metáfora de los propios espejos como realidades) queda subsumido en un nivel que torna invisible, tácito e inconsciente la generación de sus propias paradojas. 
 

          Cabe insistir en nuestro enunciado al inicio de nuestra argumentación para clarificarlo definitivamente. “Yo estoy pensando que yo me siento mal” llama la atención de un desdoblamiento: el segundo yo, el yo-objeto es analizado por el primer yo, el yo-sujeto. El desdoblamiento dual 1) desvía la atención al yo-objeto, 2) evita la pregunta por el yo-sujeto, 3) incluso esconde al yo objeto y solo permanece un enunciado descriptivo de sujeto y objeto (ambos en el sentido óntico) tácitos y 4) genera un tipo de perplejidad e hipnotismo crónico; la dualidad se instala con una gran fuerza de símbolos auto-reflejados que se retroalimenta sin fin. Este énfasis en la atención en el segundo yo es lo que denominamos la manipulación del sujeto tácito o el llamado Síndrome del Falso Tero, que al igual que el ave, pone el huevo -trampa- núcleo de la dualidad- en un lugar -sujeto tácito- y grita -pone el acento atencional- en otro –predicado-. Mediante aquello que predica, el sujeto se constituye dualísticamente y en su predicado se eleva poco a poco un edificio de pensamientos sustentado con gran variedad de elementos auto-replicantes que actúan como una cantidad ilimitada de distracciones, contenidos fragmentados e imágenes reflejadas ad infinitum en espejos creadores de dualidad. Los espejos se “empañan”, se resquebrajan, las imágenes se oscurecen y la consciencia se enreda cada vez más en una percepción confusa debido a sus propios contenidos de pensamiento. Cabe entonces la pregunta: ¿Cómo salir de este atolladero y llegar entonces a la percepción Pura? 

 


 

CONCLUSIONES  

 

         El sujeto que predica no es “alguien”, sino un reflejo, un contenido de pensar, nada exterior al espejo, en rigor es solo una imagen en un espejo, tal como el reflejo de la luna en el agua no es la luna misma. “Yo” no es un sujeto ontológicamente consistente. “Yo” es experiencia de un pensamiento cuyo contenido es yo. La sensación de sujeto es un espejismo en la conciencia que genera el nacimiento de la ilusión de dualidad; esto nos lleva a comprender que auto-reflexionar en modo dualista parte de una confusión que puede tener consecuencias de fragmentación ya sea perceptiva, ética, filosófica y/o lógicamente. El inexistente yo, como entidad separada del pensar, es ontológicamente falso. 
 

         Prosiguiendo con la disolución de la dualidad, este yo-imagen-en-el-espejo, que aparece 1) desdoblado como sujeto-objeto o 2) como un único yo objeto ante la invisibilidad del sujeto tácito, o 3) como un predicado sin explicitación ni de yo sujeto ni de yo objeto, es en realidad, un complejo contenido de la consciencia. Como el gato con botas, con argucias de objetividad imaginaria, el contenido consigue olvidar la consciencia que lo sostiene en el escenario interno de la mente, y se percibe "un mendigo como un gran príncipe", reinando luego por sobre todos a partir de todo este engaño perceptual. 

 
 

      Luego de esta Meditación de Percepción pura se comprende que “yo” no es un sujeto ontológicamente verdadero,  -yo- no es el productor del pensamiento, sino un contenido del pensamiento. “Yo” es experiencia de un pensamiento cuyo contenido es yo. 

 

        Por consiguiente, ¿es posible llegar entonces a la percepción Pura? La respuesta es Sí, es posible. He ahí la realización de la Percepción Pura. 

 

       Cuando todo contenido de yo se vuelve objeto de investigación, no puede haber un yo investigando pues éste se ha vuelto por completo objeto de indagación. Tal proceso es llevado adelante a partir de un estado de consciencia donde la ilusión del yo se desvanece; ese estado no es otra cosa que la consciencia actuando sin distorsión: una Conciencia Pura de “aperturidad” vacía e inteligencia infinita y silenciosa. 

 

 

 

Artículo tres
El yo, el infinito y la performatividad.

 

 

        Performatividad es un término que refiere a las acciones que se desprenden de ciertas estructuras linguísticas, como en el caso en que se dice sí, juro. Aquí, la proferencia, es decir, la enunciación de la oración implica también una acción. El filósofo Austin ha desarrollado detalladamente estas ideas en su libro Cómo hacer cosas con palabras

 

 

         Nosotros utilizaremos la noción de performatividad para investigar el yo en relación con el infinito y la percepción no-dual. Comencemos recordando que existen acciones que se desprenden del hecho de que enunciamos algo. Una oración implica una acción. En este sentido, afirmamos que al enunciar un yo e identificarnos con él estamos implicando un enunciado falso o contradictorio. Tanto la falsedad como la estructura de contradicción performativa del yo quedarán claras al correlacionarlas con el infinito.

 

             El yo es una palabra-acción. La acción que efectúa el infinito al constituir un yo en el ser humano tiene como objetivo sentir la suficiente autonomía como para la supervivencia biológica. En ello no hay dificultades, siempre y cuando el pensamiento no incurra en el funcionamiento dualista. Es lo que los budistas denominan mero yo.

 

           Cuando la consciencia humana se distorsiona, el yo piensa y se siente como distinto del infinito, por lo tanto, miente. Miente porque el yo no está fuera del infinito. Si el yo se siente uno con el infinito no hay yo. Solo hay infinito.

 

 

             El infinito piensa a través de la humanidad, lo cual puede ser un fenómeno no opuesto a la iluminación misma. Sin embargo, cuando el infinito piensa en modo dualista se constituye un yo performativamente, es decir que el yo existe al ser nombrado. El infinito se separa de sí mismo al performativizarse el yo. El infinito se identifica con el yo y se des-identifica de sí mismo.

 

 

             Si el infinito dice y siente que es solo un yo, entonces miente por la distorsión yoica. Si el infinito comprende que el yo es parte del infinito entonces el yo separado no existe. Por lo tanto si el yo se cree separado del infinito miente porque es parte del infinito.

 

 

             Si el yo comprende que es parte del infinito entonces el yo mismo separado como tal no existe.

 

 

             Esta es la conclusión. O el yo miente o no existe, por lo tanto solo existe y somos el infinito.

 

 

 

 

 

 

PRÁCTICA MEDITATIVA PARA DESPERTAR

 

   

    En una posición cómoda… realizo un recorrido por el cuerpo… tomo conciencia de él.... relajo la cabeza..... el cuello.....los brazos..... siento los antebrazos..... muñecas.... los dedos..... Siento la espalda… percibo como la tensión se disuelve… la tensión es liberada… en cada exhalación…. percibo las piernas, los muslos..... las rodillas.....las pantorrillas.... los pies..... La respiración es suave… tranquila… con cada respiración, el cuerpo se relaja más y más… y descansa en sí mismo... observando el ascenso y descenso del diafragma como un suave oleaje interior… respiro, absorbo energía cósmica, el prana recorre los canales de energía... soy uno con el gran poder universal de claridad, silencio, compasión, espacio y sabiduría…Los apegos y las aversiones se disuelven, instalándose el equilibrio del canal central…  

AHORA, Respirando suavemente, llevo la atención a la interioridad de la consciencia, observo los contenidos, pensamientos, sentimientos, deseos, sensaciones, recuerdos y expectativas...  

    Observo los objetos del pensamiento y el supuesto yo que los piensa, desde la pura consciencia perceptiva y silenciosa...  

  

    Observo los objetos del sentimiento y el supuesto yo que los siente, desde la pura consciencia perceptiva y silenciosa...  

  

    Observo los objetos de la sensación y el supuesto yo que los piensa, desde la pura consciencia perceptiva y silenciosa...  

  

    Observo los objetos del recuerdo y las expectativas y el supuesto yo que los piensa, desde la pura consciencia perceptiva y silenciosa...  

  

    Desde la pura consciencia perceptiva y silenciosa vivo, no en la experiencia ilusoria de un yo separado que piensa pensamientos, sino en la verdad de estar teniendo pensamientos que no afectan al verdadero ser...  

Desde la pura consciencia perceptiva y silenciosa vivo, no en los objetos de la vivencia que quieren establecer lo que es verdad, sino en la vivencia de estar teniendo esos objetos que no afectan al verdadero ser...  

  

    La consciencia no es su contenido, así descansa en el silencio, la serenidad y la apertura infinita...  

  

    Permaneciendo en quietud se vivencia este estado hasta completar el tiempo de la práctica.  

 

 

    Cuando todo contenido de yo se vuelve objeto de investigación, no puede haber un yo investigando pues éste se ha vuelto por completo objeto de indagación. Tal proceso es llevado adelante a partir de un estado de consciencia donde la ilusión del yo se desvanece; ese estado no es otra cosa que la consciencia actuando sin distorsión: una Conciencia Pura de aperturidad vacía e inteligencia infinita y silenciosa.

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PERCEPCIÓN NO DUAL