Krishnamurti ha enseñado durante toda su vida un tipo de práctica que es un modo de no práctica. Sus enseñanzas implican centrarse en el discernimiento instantáneo eliminando el contenido de la consciencia y descondicionando el pensamiento en un movimiento fuera del tiempo que conecta al cerebro con la mente cósmica. Esto es posible solo cuando el cerebro individual permanece en total quietud y silencio. Tal proceso puede llevarse adelante en este mismo momento. Krishnamurti solia sentarse a meditar en comleta quietud y practicaba cada mañana posturas de Hatha Yoga y Pranayama.
Nadie puede ponerle en una prisión psicológica, ya está en ella.
—Es un buen momento para hablar de la mente desde una nueva perspectiva —dijo Ernesto mientras encendía una pipa—. Conti-nuamente, nos acompañan palabras, imágenes y símbolos, como si fueran un río que fluye sin cesar.
—Y dejan el recuerdo de haber estado —observé.
—No. El recuerdo es parte del río, es siempre un pensamiento acerca de otro anterior. Así como el torrente se compone de agua en mo-vimiento, necesariamente el fluir de la mente ha de estar hecho de algún tipo de sustancia. Incluso, siguiendo con la analogía, así como el agua continúa existiendo aunque ya no pertenezca al cauce, las ideas quedan existiendo independientemente de quien las dio a luz, y circulan por allí.